Irene Lebrusán Murillo
La lógica de los sistemas de protección en la vejez se basa en el modelo (cada vez menos vigente) de las carreras laborales continuas y en la idea del reparto de trabajo de las familias tradicionales. En este modelo la mujer no trabajaba fuera de casa y se dedicaba al cuidado, de modo que el hombre podía así dedicarse de forma exclusiva al trabajo remunerado, sin acusar lagunas de cotización. La consecuencia de esta diferenciación es que hoy las mujeres disfrutan de una protección mucho menor en la vejez. La mayoría de las pensiones que cobran las mujeres mayores son de derecho derivado (pensión de viudedad) y cuando cobran pensiones por derecho propio (contributivas) éstas son de menor cuantía que las de sus coetáneos varones. Entre quienes no han cotizado lo suficiente (pensión no contributiva) predominan también las mujeres. En este desigual acceso a la protección basado en la cotización influyen muchos factores, como sueldos más bajos durante la vida laboral, techos de cristal y por supuesto, el denominado sticky floor, pero no son los únicos motivos. Las mujeres que hoy tienen más de 65 años se enfrentaron a enormes obstáculos para acceder al mercado laboral cuando eran solteras y para continuar trabajando una vez se casaban. Este artículo analiza la génesis de esta desigualdad en la vejez a partir de una revisión pormenorizada de las políticas de protección social que animaban a la mujer casada a dejar el mercado laboral. También se han realizado entrevistas en profundidad a 28 mujeres nacidas entre 1921 y 1951 con el objetivo de analizar sus experiencias laborales. Los resultados permiten comprender las bases históricas de la desigualdad que las mujeres mayores sufren hoy día, así como las dificultades que han tenido para generar derecho de protección propio. En primer lugar, la revisión de las políticas señala una discriminación normativa en el acceso de la mujer al mercado laboral asociada al estado civil, que será clave en la menor cotización y vida laboral de las mujeres. En segundo lugar, el análisis cualitativo nos permite una nueva dimensión comprensiva al indagar en otras normas y prácticas no escritas, como la prohibición familiar para trabajar siendo solteras, la dificultad que las mujeres encontraron para permanecer en el mercado laboral una vez casadas o incluso su imposibilidad (figura de la “dote por razón de matrimonio”), así como la presión y el menosprecio social que sufrían cuando seguían trabajando.
The logic of protection systems in old age is based on the model (which is less and less valid) of continuous careers and on the idea of sharing the work of traditional families. In this model, the woman did not work outside the home and dedicated herself to care, so that the man could dedicate himself exclusively to paid work, without accusing contribution gaps.The consequence of this differentiation is that today women enjoy much less protection in old age. Most of the pensions received by older women are derivative rights (widow’s pension) and when they receive pensions in their own right (contributory), these are lower in amount than those of their male peers. Among those who have not contributed enough (non-contributory pension) women also predominate.Many factors influence this unequal access to protection based on contributions, such as lower wages during working life, glass ceilings and, of course, the so-called sticky floor, but they are not the only reasons. Women over the age of 65 today faced enormous obstacles in accessing the labor market when single and in continuing to work once married.This article analyzes the genesis of this inequality in old age based on a detailed review of the social protection policies that encouraged married women to leave the labor market. In-depth interviews have also been conducted with 28 women born between 1921 and 1951 in order to analyze their work experiences.
The results allow us to understand the historical bases of the inequality that older women suffer today, as well as the difficulties they have had in generating their own right to protection. In the first place, the revision of the policies indicates a normative discrimination in the access of women to the labor market associated with marital status, which will be key in the lower contribution and working life of women. Secondly, the qualitative analysis allows us a new comprehensive dimension by investigating other unwritten norms and practices, such as the family prohibition to work being single, the difficulty that women found to remain in the labor market once married or even their impossibility (figure of the “dowry by reason of marriage”), as well as the pressure and social contempt they suffered when they continued working.