La idoneidad de una determinada solución a un problema medioambiental debe ser juzgada desde tres perspectivas: su eficacia técnica, su rentabilidad económica y su compatibilidad con las actitudes y conductas de los individuos y grupos sociales del ámbito de aplicación de la solución. La tesis implícita en este trabajo es que este último requisito es, en un buen número de ocasiones, el más difícil de cumplir; de aquí la conveniencia de analizar la formación de actitudes y comportamientos sociales respecto de iniciativas medioambientales. Estas actitudes y comportamientos deberán estar relacionados con los beneficios atribuidos a la solución del problema y con los costes resultantes de la adhesión personal. La comprobación de tales hipótesis se fundamenta en el análisis de la conducta de una muestra de ciudadanos respecto de la recogida selectiva de residuos urbanos.