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José Bada Panillo
El tema del que se trata aquí es la despoblación de Aragón entendida en un doble sentido: primero como crisis demográfica, y en segundo lugar como desaparición de una forma de vida milenaria que comenzó con la agricultura y la ganadería y que hoy está en crisis en todo el mundo. Consumada la transición demográfica en Aragón, el saldo migratorio positivo ha encubierto y frenado en parte el descenso de la natalidad en las ciudades, mientras que en los pueblos la ruina demográfica se ha precipitado al añadirse al descenso de la natalidad el peso inosportable de una emigración selectiva. El exceso de mano de obra en el sector primario no explica suficientemente el fenómeno del éxodo rural. La despoblación entendida como desarraigo se produce con o sin el desplazamiento de habitantes, pero no sin un cambio de la forma de vida tradicional y una concepción nueva del espacio que lleva a descolocarse de la comunidad local para situarse con ventaja en la red de comunicación global. El hecho de que más de la mitad de los aragoneses vivan en Zaragoza y la mitad de la otra mitad lo desee, podría interpretarse quizá como la manera aragonesa de huir de esta tierra -y de la tierra- por el centro, que es una manera paradógica de quedarse en Aragón huyendo
