Cada cierto tiempo, saltan a la actualidad noticias relacionadas con delitos contra la libertad sexual. Conformidades judiciales que ni se explican, ni por tanto se entienden(*), condenas que siempre parecen escasas(**), y otras circunstancias coyunturales que conforman un sentir social crítico contra una situación aparentemente injusta que se presume real. Lo que llamamos delitos sexuales son sin duda execrables. En esto estamos de acuerdo. Es más, puede que después de los delitos contra la vida, sean los de más difícil superación para la víctima. Sin embargo, la respuesta social y especialmente, judicial y penitenciaria que se dé a los mismos ha de ir más allá de lo que nos reclama el estómago. Sólo así será posible generar una política criminal adecuada y suficientemente flexible para adaptarse a la realidad tan versátil que enfrenta. No olvidemos la premisa básica de que cada delito es en sí mismo un mundo.