Yahia H. Zoubir, Lorena Murillo Saldaña
Los 42 años de dictadura en Libia terminaron en octubre de 2011. Lograrlo tomó al movimiento armado, apoyado por Occidente, siete meses de lucha contra las fuerzas leales a Gadafi. La caída de su régimen es un evento bien-venido en la región del Medio Oriente y el Norte de África. Pero, a diferencia de Túnez o Egipto, Libia no cuenta con un ejército permanente o una posible fuerza confiable que pueda aportar la estabilidad necesaria para la transición política. La naturaleza tribal de Libia y la dificultad de desarmar a los rebeldes y otros grupos plantean graves retos a las nuevas autoridades en Trípoli. A menos que estas dificultades se manejen adecuadamente, Libia vivirá un largo periodo de incertidumbre.