En España, la implantación de los reservistas voluntarios fue una medida consustancial a la profesionalización de las Fuerzas Armadas y a la desaparición de la reserva masiva que proporcionaba el servicio militar obligatorio. Un ejército reducido y especializado necesitaba poder ser complementado y suplementado en tiempo de crisis, por lo que disponer de una reserva bien organizada y adiestrada devino una capacidad tan fundamental como la que proporcionan los mismos militares profesionales. Desafortunadamente, la tendencia de crecimiento que conducía, poco a poco, a los objetivos propuestos inicialmente se invirtió durante la crisis económica. Llegada la recuperación, no sólo ninguno de los gobiernos ha vuelto a recordar la ambición inicial de contar con diez mil reservistas voluntarios, sino que la bajísima dotación presupuestaria y la escasa atención prestada está llevando esta capacidad militar suplementaria a la intrascendencia o, quizá, a la desaparición.