Desde que la inteligencia artificial (IA) ha comenzado a irrumpir en el ámbito de la justicia, una nueva revolución se ha puesto en marcha. La inteligencia artificial promete reducir las tareas repetitivas y que consumen mucho tiempo, acelerar los procedimientos judiciales, facilitar el trabajo de los jueces y de todos los actores de la Justicia y alcanzar decisiones judiciales más fiables y justas. El empleo de algoritmos por la judicatura, la explotación masiva de datos judiciales o los sistemas de aprendizaje automático plantean muchas cuestiones y presentan un verdadero desafío para la Justicia y para el ejercicio de la Abogacía. Así, principios esenciales como el principio contradictorio o la igualdad de armas pueden verse seriamente afectados por la utilización de la inteligencia artificial.