Tras nueve meses de negociaciones en vano con el presidente Michel Aoun para formar gobierno, el primer ministro libanés, Saad Hariri, ha decidido tirar la toalla. En un contexto social, económico y sanitario desastroso, su dimisión hace temer lo peor. En la actualidad, no se albergan dudas sobre la responsabilidad del banco central y de su gobernador en el colapso financiero del país.