Toda información, al geolocalizarla, adquiere un valor añadido. La mera ubicación espacial de un dato facilita en gran medida su relación con otros y, a partir de ahí, la toma de decisiones. Este concepto se ilustra perfectamente con un caso práctico: la epidemia de cólera de Londres en el año 1854. La coincidencia espacial de diversos hechos propició la toma de las medidas adecuadas para poner fi n a aquella epidemia, que causó la muerte de decenas de miles de personas.
Los avances tecnológicos han propiciado que a día de hoy estos procesos se automaticen y se realicen considerando una enorme cantidad de información. En este contexto, los Sistemas de Información Geográfi ca (SIG) se erigen como una herramienta imprescindible para gestionar todo tipo de cartografía en formato digital, datos individuales georreferenciados e imágenes proporcionadas por la teledetección, permitiendo la correcta toma de decisiones considerando la información espacial disponible.
Esto es aplicable en diferentes ámbitos. En el civil, es habitual su uso en la gestión administrativa y en la investigación y aplicación en líneas de trabajo propias de las ciencias ambientales, sociales y de la ingeniería. En el ámbito militar, la National Geointelligence Agency (NGA) norteamericana puso nombre a este proceso: Inteligencia Geoespacial (GEOINT). Su aplicación está generalizada en los países de la OTAN con las particularidades de cada uno con el fi n último de facilitar la toma de decisiones en situaciones de riesgo a partir de información georreferenciada