El tiempo de trabajo se reglamentó por vez primera en la Inglaterra del siglo XIX debido a la situación que sufrían las mujeres y los niños empleados en las fábricas, y la normativa estadounidense surgió después como reacción al malestar social. A lo largo del siglo XX se sigue acortando la jornada laboral con el propósito de repartir mejor el empleo disponible a fin de atajar el desempleo. Durante los últimos veinte años se adopta la directiva europea al respecto y hay una presión política constante para reducir el desempleo y para que la seguridad en el trabajo abarque la ergonomía y las cuestiones de organización.