La dispersión postmoderna ha alcanzado a los intelectuales latinoamericanos y afecta sus modos de inserción en la sociedad y el Estado. El intelectual prototípico de antaño, que desde las universidades y centros de investigación escudriñaba el movimiento de la historia para dictaminar sus grandes orientaciones hacia el futuro, ahora se disgrega en una multiplicidad de roles y funciones que no es posible subsumir en un denominador común. El vínculo entre el trabajo del intelectual y el cambio societal se difumina, y los intelectuales quedan divididos entre quienes perseveran en la academia, quienes se incorporan a los medios de comunicación, quienes asesoran empresas o quienes ocupan altos cargos de gobierno. Entre unos y otros se miran con desconfianza, se ironizan y descalifican.
Crece la división entre ellos en medio de una coexistencia, sin convivencia, de sensibilidades y lógicas múltiples. El presente artículo intenta captar esta diversidad tensionada por las descalificaciones recíprocas, mediante el artilugio retórico de ponerlos en contacto en una conversación imaginaria.