Mi intención primera era hablar sin papel. Pero mi querido amigo y distinguido Consejero del CEP, Enrique Barros, me aconsejó en un tono que a mi entender no admitía réplica, presentarme ante ustedes esta mañana con un texto escrito. Me aboqué a la tarea ayer por la tarde y a poco andar sucedió que lo que escribía se me ponía rojo. No había modo de evitarlo: un virus se había infiltrado en mi computador. Intenté por supuesto borrar estas líneas, pero el rojo es sumamente difícil de borrar. Surgieron de repente rectas que atravesaban mis letras como flechas, mientras yo seguía hecho un enloquecido tratando de borrar el rojo. Se sucedían derrumbes, traslados, invasiones de jeroglíficos de idiomas desconocidos, incrustaciones súbitas de textos antiguos. No estoy seguro de saber exactamente qué les voy a leer hoy. Pido excusas. Es posible que alguna parte la haya escrito este inquieto virus verborreico...