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Daniel Montero Zendejas
El presente artículo pretende demostrar que la partidocracia que vive el estado mexicano anula el concepto constitucional de la democracia como un sistema de vida, más aún, que la teoría de la representación planteada por Robert Dahl frente a ese vértice de participación no se encuadra dentro de los estándares de gobernabilidad y mucho menos de gobernanza de nuestras aspiraciones de mundialización. De ahí, que la crisis de los partidos políticos se agudice entre el abandono de las causas que los motivaron para ser los interlocutores entre el gobierno y la ciudadanía, así como con un abstencionismo que dista mucho de las aspiraciones de sus dirigentes con la votación obtenida en los últimos procesos electorales de nuestro país.Con estas consideraciones, el estado con un sistema de gobierno basado en las definiciones tradicionales se encuentra en agonía, pues la crisis de la democracia representativa contrasta con la participativa que envuelve en nuestra actualidad las denominadas redes sociales, al surgir las preguntas: ¿el costo de nuestra democracia justifica los alcances de una planeación democrática traducida en calidad de vida para los mexicanos? ¿Los partidos políticos y sus candidatos o ya éstos como titulares de los poderes Ejecutivo y Legislativo, verdaderamente responden a los intereses populares? Las respuestas son obvias
This article aims to show that the party-living the Mexican state overrides the constitutional concept of democracy as a system of life, even more than the representation theory proposed by Robert Dahl against the apex of participation does not fit within governance standards and much less than our aspirations governance of globalization. Hence, the crisis of political parties steepens between the abandonment of the causes that motivated to be the interlocutors between government and citizens, as well as a turnout that is far from the aspirations of its leaders with the votes obtained in recent electoral processes in our country.With these considerations, the state with a system of government based on traditional definitions is in agony, because the crisis of representative democracy contrasts with participatory engulfing our present so-called social networks, come the questions: cost of our democracy justifies the scope of a democratic planning translated into quality of life for Mexicans? Do political parties and their candidates or as these as holders of executive and legislative powers, truly respond to the people's interests? The answers are obvious.
