Santiago, Chile
En este ensayo se asume el rol esencial de las instituciones en la configuración de la vida en sociedad. Nuestra debilidad y ventaja radica en gran medida en una naturaleza biológica indeterminada, que nos abre a la exploración y a la acumulación de experiencia. Sin embargo, a su debilidad constitutiva es atribuible que el ser humano sea capaz de las conductas más despiadadas. En contraste, investigaciones etnográficas comprueban que el ser humano responde a arquetipos relacionales muy fuertes, como son la reciprocidad y rituales de pacificación.
Aunque las instituciones se expresan en formas de vida que sólo excepcionalmente se forman por medio de una decisión reflexiva, poseen, a la vez, un sustrato de racionalidad y de adaptación a los instintos. Tampoco su observancia requiere de una particular racionalización. Por eso, actúan como una especie de gramática de nuestra vida de relación.
El derecho ha sido objeto de atención por las más diversas doctrinas políticas y morales. Sin embargo, mientras las ideas filosóficas o políticas expresan la apertura del ser humano a la crítica y al cambio, sólo cuando se transforman en derecho se hacen carne como instituciones. El derecho moderno da forma a la política y al mismo tiempo tiene por función domesticarla. De hecho, cumple funciones muy diversas, especialmente en una sociedad de la complejidad de la moderna.
La posibilidad de cambio hace del derecho el más dinámico de los ordenamientos de conducta. La certeza es una función esencial del derecho, lo que explica que la forma le sea un elemento distintivo. Buena parte de las instituciones jurídicas más relevantes suponen un cierto grado de formalismo, desde la democracia como criterio de atribución del poder hasta las clásicas instituciones de resguardo de los derechos. Por eso, el desprecio de la forma, especialmente en sede judicial, supone privar al derecho de sus funciones sociales más importantes, particularmente como resguardo de la libertad.
In this essay it is hold that institutions play an essential role in shaping the life of a society. As human beings, our weaknesses and advantages lie in great measure in a biologically determined human nature, which opens us to exploration and accumulation of experience. However, on account of their constitutive weakness, human beings are capable of the most wretched acts. By contrast, ethnographic research has showed that human beings also respond to strong archetypes in their relationships, as those of reciprocity and peacemaking rituals.
Though institutions express ways of life that only exceptionally develop by thoughtful decision making processes, they do possess a basis of rationality and of adaptation to instincts. They do not require special reasoning for compliance either. They are thus a sort of grammar of our relations with one another.
Diverse political and moral doctrines have paid attention to law. Philosophical or political ideas express the openness of human beings to criticism and change, but it is only when they are converted into law that they also become flesh as institutions. Modern law both shapes and tempers political life. Indeed, law performs many different functions, especially in complex modern societies.
The possibility of change makes law the most dynamic directive of human behavior. To provide certainty is one of its distinctive and essential functions. Many of the most relevant legal institutions require some degree of formalization, from democracy as a criterion to confer powers, to classical institutions for the protection of rights. So the disdain of form, in particular by law courts, deprives the law of one of its more important social functions, especially for the preservation of freedom.