Alan Bronfam Vargas
Hemos adquirido el hábito de pensar en el parlamento como una institución en retirada. Tanto hemos leído y escuchado de su edad de oro, su declive, la necesidad de reformarlo, revitalizarlo, modernizarlo, que nos parece natural pensar que permanecerá donde está por muchos años. Sin querer tendemos a considerarlo un antiguo convidado de piedra del régimen constitucional y por eso solemos ser indiferentes ante el traspaso de sus funciones a los medios de comunicación social, al Ejecutivo o a sus agentes, al Poder Judicial, e incluso a órganos internacionales. El problema es que, mientras no se cree algo mejor, el parlamento sigue siendo la institución más adecuada para acoger la representación politica y para el ejercicio de la funciones legislativa y de control. Nuestro propósito en las lineas que siguen es explicar, de modo sucinto, las condiciones de ejercicio de la fiscalización parlamentaria en algunas asambleas americanas y europeas, para mostrar que es una tarea que, pese a sus dificultades, puede ser realizada bien por la institución. Hacia el final, esbozaremos algunas de los reformas que se han promovido para hacer más efectivo su ejercicio.