Paula Arizmendi Mar
Tomado del psiquiatra Eugen Bleuler, el concepto de ambivalencia fue descrito por Sigmund Freud como aquella “presencia simultánea en la relación con un mismo objeto, de tendencias, actitudes y sentimientos opuestos, especialmente amor y odio”.1 Esta disposición híbrida, en la cual convergen apegos positivos y negativos, paradójicos, siempre inten- sos, podría servirnos para el siglo xxi, cuando pensamos nuestro objeto de afecto más lejano y que, al mismo tiempo, parece habernos constitui- do indefectiblemente: lo antiguo, los clásicos, eso que amamos y odia- mos, que nos conforma y, tal vez, nos irrita.