Las aplicaciones móviles forman parte de nuestro presente tecnológico, de la forma en la que nos relacionamos con los demás y gestionamos nuestro tiempo. Hoy resulta imposible comprender nuestra realidad sin acudir a WhatsApp, a las aplicaciones de Banca online o proveedoras de servicios o suministros. Vivimos interconectados, y esa interconexión se sustenta sobre un dispositivo tecnológico que define nuestra comunicación: el móvil. Desde esa constatación, llama la atención que mientras otros servicios públicos han desplegado su digitalización a través de operativos y aplicaciones, la Administración de Justicia continúe sin apostar definitivamente por estas herramientas. ¿Qué ventajes comportan? ¿Podemos cambiar la forma de comunicarnos? ¿Y de relacionarnos con los Juzgados, Tribunales y Fiscalías?