Además de los delitos de herejía en sentido estricto, la Inquisición situó bajo su jurisdicción una serie de delitos que, sin ser herejía, sí poseían lo que se llamó “sabor a herejía”. Este fue el caso de la solicitación, la sodomía o la blasfemia, entre otros.
Cada uno de ellos incorporó algunas peculiaridades jurisdiccionales o procesales en el modo en que la Inquisición los abordaba.