La gran contribución del propósito, en las empresas y en la vida personal, es aportar un “para qué” a nuestros mecanismos de toma de decisiones y mejorarlos. Pero ¿cómo debería ser un buen propósito, capaz de mover de verdad a las personas? Este tiene que cumplir tres condiciones básicas: su contenido debe ser entendedor, debe verse como algo posible y se tiene que desear emocionalmente. A partir de ahí, para articularlo de forma correcta, es fundamental interiorizarlo. Conocer los elementos que intervienen en el proceso de toma de decisiones (el plano consciente y el inconsciente, los mecanismos de gratificación y los deseos emocionales) puede ayudar a filtrar las ideas y dar con el propósito corporativo más adecuado.