Ana Riaza, Javier Herreros
En la época de la celebración de la individualidad más banal, la Solana propone una reflexión sobre la colectividad como materia de ordenación, explorando caminos para fomentar la cohesión y fortaleza del tejido social.
La intervención se articula desde el paisaje urbano, siendo su elemento más icónico el espacio público, activador de contactos y relaciones sociales y culturales.
Naturaleza y artificio se fusionan en equilibrio, sin imponerse, sin alterar la topografía y apoyándose en los valores y en la historia del lugar.
Sobre esta base se proyecta un barrio peatonal de escala humana, de ritmo lento y conexión rápida, que aprovecha el perfil del terreno, la orientación, las brisas y las vaguadas, para minimizar el consumo energético y dotarse de energía limpia y de infraestructuras verdes.
La Solana aporta a la ciudad la reforestación del ámbito y la regeneración de sus vaguadas y cauces; mejora la conectividad urbana, y aporta un elevado número de equipamientos que contribuyen a reducir el déficit existente en los barrios vecinos