El futuro de la cultura, en lo que depende de su gestión, es una cuestión que no se detiene en la autonomía de sus fenómenos, sino que está inmersa transversalmente en el horizonte de la sociedad en la que se constituyen sus valores y, por tanto, comparte sus mismos riesgos y sus mismos riesgos y sus mismas esperanzas. Los riesgos derivan de su consideración como mero ornamento, sin más transcendencia que la del entretenimiento o la ocupación del tiempo libre, o los que surgen en el mismo interior de sus procesos