El parlamentarismo se apoya en el valor de la palabra. Cuando ésta se desvirtúa y se convierte en un arma arrojadiza en la que la verdad es lo de menos y lo único que cuenta es el impacto, la función parlamentaria queda degradada. Extender falsedades en sede parlamentaria, que es un espacio de encuentro, discusión y compromiso entre opiniones diferentes, contribuye a convertir al rival político en enemigo irreconciliable.