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En el periodo 1998-2002 se han promulgado textos legislativos con un profundo impacto sobre la gestión del agua y la agricultura de regadío. La respuesta del sector viene encabezada por un Plan Nacional de Regadíos que supone un esfuerzo de renovación ymejora dirigido a potenciar su competitividad y a hacer posible que el regadío cumpla con las exigencias ambientales y económicas que propone el recién aprobado ordenamiento jurídico. La Directiva 2000/60/CE plantea ambiciosas exigencias ambientales y económicas, que muchos han clasificado de inabordables para gran parte de nuestras explotaciones de regadío. En este artículo se concluye que hay factores endógenos y exógenos que permiten atisbar un futuro menos pesimista para el regadío. En particular, la hipótesis del abandono de una buena parte del regadío, fruto de una excesiva presión económica, técnica y ambiental, debería ser revisada. En síntesis el argumento que se desarrolla descansa en varios factores. Primero, en la mayor rentabilidad del regadío frente al secano y en la menor variabilidad en sus ingresos. Segundo, en las posibilidades de implantación de nuevas tecnologías a costes reducidos. Tercero, en el trato favorable de las administraciones, tanto por la aplicación incompleta del principio de la recuperación íntegra de los costes relacionados con el agua como por las favorables condiciones financieras disponibles para proyectos de mejora y modernización. Y, por último, en la abundante evidencia a favor de una disposición de los regantes a pagar por el agua un precio notablemente superior a las tarifas actualmente aplicadas sobre una gran parte del regadío español.
