Colin Robertson
Cuando las cosas van bien, Justin Trudeau es fantástico. Cuando van mal, ofrece la sensación de indecisión. Por desgracia para él y para Canadá, vivimos tiempos difíciles.
Canadá ha vuelto”. Esta fue la promesa que el primer ministro Justin Trudeau lanzó al mundo tras ganar las elecciones en octubre de 2015. De ideología progresista, el nuevo primer ministro despenalizó el cánnabis y legalizó el suicidio asistido. Feminista declarado, ha sido un infatigable impulsor de la diversidad, la justicia social y el ecologismo. Pero como defensor del internacionalismo, ¿han estado sus actos a la altura de sus palabras? Vivimos tiempos difíciles e inciertos. Las normas internacionalistas y el orden mundial basado en ellas están en peligro. El populismo y el proteccionismo en auge y los líderes se parecen más a Donald Trump que al primer ministro canadiense. Ya nadie pronostica una “política positiva” a la manera que lo hizo Trudeau en su discurso de la victoria, citando a Wilfrid Laurier: Sunny ways, my friends. Sunny ways! A Trudeau, en su día profesor de arte dramático, esto le ha servido de lección.
En el escritorio de los primeros ministros de Canadá hay tres dosieres que nunca faltan. El primero, común al de cualquier otro líder, es el referente a la seguridad nacional y la prosperidad económica del país. El segundo tiene que ver con la salvaguardia y el mantenimiento de la unidad del Estado, tarea nada fácil en un territorio con cinco y media zonas horarias, dos lenguas oficiales y 634 Primeras Naciones, todas ellas con aspiraciones de autogobierno. Y el tercero hace referencia a las relaciones con el resto del mundo, en especial con Estados Unidos, vecino del Sur, principal aliado y socio comercial.
El multilateralismo forma parte indisoluble de la diplomacia canadiense. La colaboración con países afines, con el objetivo de mantener y fomentar el orden basado en reglas, permite al país una influencia mucho mayor desde su condición de potencia media. Las grandes potencias siempre pueden permitirse el autoritarismo. Sus relaciones a menudo quedan reducidas a dictar condiciones a países pequeños. Pero cuando el multilateralismo se aplica de manera adecuada, equilibra las reglas del juego. Esto es muy útil en tiempos de crisis y para afrontar desafíos mundiales como el crimen, el terrorismo, la emigración, el clima y las pandemias.
Defensa y seguridad: compromiso a medias Canadá vive en paz. Tras una experiencia, a menudo frustrante, de más de una década en Afganistán (2001-14), el país ha dejado de recibir ataúdes. Por todo el mundo hay tropas canadienses desplegadas en defensa de la seguridad colectiva y en apoyo a operaciones de paz. La mayoría de los despliegues se realizan en el marco de la OTAN. Canadá comanda una brigada de la Alianza en Letonia; sus aviones, barcos y submarinos patrullan las aguas y los cielos del océano Atlántico y el mar Mediterráneo. Hay canadienses en Irak como parte de la OTAN y de la coalición internacional contra el Estado Islámico. Las fuerzas aéreas y navales canadienses respaldan la aplicación de las sanciones de Naciones Unidas contra Corea del Norte. Medio siglo después del armisticio, también siguen participando en el equipo de operaciones de paz de la ONU en la zona desmilitarizada de Corea…