En el presente ensayo me propongo explorar la idea expresada por Kant sobre el factum de la razón como un elemento mediador entre los aspectos subjetivos de la ética y la demanda de universalidad y objetividad expresada en la formulación del imperativo categórico.
Una de las interpretaciones más recurrentes sobre la ética kantiana es la que la concibe como un discurso que privilegia el uso de la razón en su aspecto puramente cognitivo, en detrimento de otras dimensiones que, por su contingencia, afectarían la pureza de la ley moral expresada en el imperativo categórico. Una mirada a la ética de Kant nos ofrece la imagen de un discurso que aspira a la universalidad y objetividad en el terreno de la ética; sin embargo, el precio para alcanzar esa universalidad es muy alto, pues parece que se hace a un lado la dimensión subjetiva propia de la estructura y valoración del acto moral. Frente a reflexiones éticas como la de Aristóteles, que se distingue por ser una ética de fines, orientada al bien, la ética de Kant destaca los aspectos formales de la moralidad y hace abstracción de contenidos concretos. El formalismo kantiano postula una ley que parece no estar al alcance de los seres humanos.
La tesis que sustento en este ensayo es que la idea del factum de la razón, entendida como la capacidad del sujeto para distinguir en cada situación cómo debe actuar para seguir la ley moral, es un elemento que matiza el formalismo de la ética de Kant y nos puede ofrecer elementos para analizar situaciones más concretas de nuestra vida moral. El esfuerzo de comprender la ética kantiana desde esta perspectiva aspira a ubicarse en la línea de trabajo que Carlos Thiebaut en Los límites de la comunidad (1992) atribuye tanto a Charles Taylor como a Martha Nussbaum: