Tras el Brexit, Reino Unido seguirá siendo parte del continente europeo: una parte de un todo para cuya seguridad, de nuevo en entredicho, será esencial la cooperación.
Los europeos consideran el mundo donde viven peligroso. Según la encuesta paneuropea realizada en el marco del proyecto Unlock Europe’s Majority del European Council of Foreign Relations (ECFR) en vísperas de las elecciones al Parlamento Europeo de 2019, un tercio de los europeos cree que hoy existe la posibilidad de que estalle algún tipo de conflicto entre Estados de la Unión Europea. El porcentaje de habitantes que cree posible un desmoronamiento de la UE en los próximos 20 o 30 años supera el 40% en todos los países miembros. En el supuesto de que la Unión se disolviera tras un colapso del mercado único, los europeos creen que se verían especialmente resentidas las capacidades de los miembros para cooperar en seguridad y defensa, y también para actuar como una potencia de ámbito continental frente a homólogos globales, como Estados Unidos, China y Rusia.
Habida cuenta de este aumento de la percepción de inseguridad, las dos partes enfrentadas en las negociaciones del Brexit saben que seguirán dependiendo la una de la otra después de que Reino Unido abandone la UE. Salvo en las áreas más sensibles de las conversaciones, Londres y Bruselas piden cosas parecidas en la futura cooperación en seguridad (el vínculo seguirá siendo estrecho), en cuanto a la amplitud del acuerdo (un análisis global de la seguridad, que abarque tanto la interna como la externa) y también en cómo desean implementarlo (cooperación de Reino Unido con la UE y sus mecanismos). La declaración política que acompaña al acuerdo de retirada establece la ambición de “fijar una alianza de seguridad amplia, global y equilibrada”, que permita poner en práctica una “cooperación ambiciosa, estrecha y duradera en materia de acción exterior”. Esta declaración de alto nivel apunta a un futuro en el que dicha cooperación quede detallada, una vez se haya disipado la polvareda levantada por las tensas conversaciones acerca del Brexit.
La reconstrucción de la confianza La verdadera incógnita sería saber en qué consistirá la nueva normalidad y si, tras unos trámites de divorcio tan agrios como desordenados (amén de las tensiones, mayores después de la elección de Boris Johnson como primer ministro y sus presiones para que Reino Unido abandone la UE con un acuerdo radicalmente diferente, o aun sin acuerdo) se tambaleará la confianza mutua, imprescindible para que den fruto las ambiciones compartidas.
Por una parte, los desafíos del mundo real, surgidos durante el periodo en que tuvieron lugar las conversaciones teóricas sobre una futura cooperación, han demostrado que, cuando las cosas no marchan bien, la UE y Reino Unido siguen dependiendo el uno del otro. El apoyo brindado por otros Estados miembros a Reino Unido tras el atentado ruso con gas nervioso en Salisbury, en 2018, fue fundamental para que Londres confiase en que los socios europeos siguen tomándose en serio sus inquietudes en materia de seguridad. El cierre de filas de Reino Unido junto a otros Estados de la UE ante la voluble postura de EEUU al respecto del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) de Irán, o el sistemático apoyo británico a las sanciones de la UE contra Rusia, dan a entender que las autoridades británicas siguen considerando sus intereses cercanos a los de la Unión.