Antonio Manzano Lahoz
En la batalla era y es absolutamente necesario distinguir al amigo del enemigo y, por esta razón, ya en la remota antigüedad aparecieron diversas soluciones: la más económica sería llevar un distintivo personal visible, reconocible, a distancia del tiro; y la más cara –y representativa, institucional-, vestir al conjunto de las tropas de modo característico