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Marc Saurina
Una región autónoma kurda en el norte de Siria, similar a la de Irak, representaría una amenaza para los intereses de Turquía. Si se llegase a materializar, el principal afectado sería la población kurda de Anatolia.
En diciembre de 2018, Donald Trump anunciaba la retirada de las tropas estadounidenses en Siria alterándose así, de nuevo, el frágil equilibrio de la región, inmersa en un conflicto sangriento desde hace ya casi ocho años. Las implicaciones de la decisión, tanto para los actores internos como los externos, son enormes, y las predicciones sobre lo que pueda ocurrir a partir de ahora, inciertas; más aún cuando se desconoce con exactitud si se va a producir la retirada y, en caso de que así sea, cuándo, y cómo continuaría el papel de Estados Unidos en la región.
Las tropas de EEUU llegaron a Siria en 2014, en el marco de una coalición internacional cuyo principal objetivo era combatir al Estado Islámico, organización que llegó a controlar grandes zonas de territorio sirio e iraquí entre 2014 y 2017. La amenaza del Estado Islámico parece haberse disipado y un primer grupo de soldados, de un contingente de unos 2.000, ya ha regresado a su país.
La decisión, anunciada por Trump a través de Twitter, provocó un alud de críticas dentro y fuera de EEUU. Estas se centran en dos aspectos: la posibilidad de que el Estado Islámico resurja en la zona y las implicaciones que podría tener la retirada para los kurdos del norte de Siria. De hecho, tras el anuncio de Trump, el secretario de Defensa, James Mattis, renunció al cargo mientras alababa la labor de la coalición internacional. Entre las opciones que ahora se barajan existe la posibilidad de que un pequeño contingente se quede en la región o, incluso, la creación de una zona de seguridad controlada por una coalición de fuerzas internacionales.
Desde 2014, la región norte del país está gobernada por los kurdos, en una autonomía de facto llamada Federación Democrática del Norte de Siria (FDNS). En la región, también conocida como Rojava, se ha establecido un autogobierno laico a base de conquistas, sobre todo a costa del Estado Islámico. Desde entonces, debido a sus victorias y al modelo de gobierno desarrollado, Rojava se ha ganado el apoyo de un sector importante de la opinión pública occidental. Ahora el anuncio de la retirada despierta viejos temores entre la población kurda, activando traumas del pasado. En 1972, Mustafá Barzani, padre de Masud Barzani, lideró una insurrección contra Sadam Husein, apoyada por EEUU para favorecer al sah de Irán. Una vez selladas las disputas fronterizas entre Irán e Irak en 1975 –se reabrirían años más tarde–, EEUU abandonó a su suerte a los kurdos, reprimidos de manera brutal por el régimen iraquí. Por un lado, estos temen que la historia se repita; por otro, piensan que la situación ahora es diferente y que EEUU seguirá velando por los intereses de los kurdos sirios. ¿De qué forma puede afectarles esta retirada? ¿Y en qué medida puede tener también un impacto en otras zonas de la región con población kurda? Si la retirada se retrasa, la difícil y compleja situación que se vive en Idlib y la zona oeste del río Éufrates, donde hay varios actores implicados, va a prolongarse, pues cualquier acción por parte del régimen sirio y de Rusia, tanto diplomática como militar, se dilatará. Durante este periodo, el gobierno de la Federación intentará negociar con Bachar el Asad para conseguir el reconocimiento de la región autónoma. Como primera señal de la posible estrategia del gobierno kurdo, las milicias se retiraron de la ciudad de Manbij, al norte, para permitir la entrada de las tropas de El Asad. Aun así, es difícil predecir la postura que adoptará este y no existe ninguna garantía de que acepte reconocer un estatuto autónomo para la región, menos ahora que se vislumbra el final de la guerra y se ve victorioso…
