Una buena política se enmarca en las actuaciones éticas, con valores encarnados en la justicia como piedra angular. La política debe empeñarse en defender la libertad frente a la esclavitud, la igualdad y la solidaridad, el respeto activo frente a a intolerancia, la transparencia y la excelencia frente a la corrupción y la incompetencia. Pero todo esto no son más que palabras si no se plasman en unas tareas concretas, que hoy vienen marcadas por la interdependencia entre los países y por la necesidad de contemplar los problemas desde un horizonte cosmopolita.