Mijaíl Gorbachov acabó con la guerra fría, pero su papel en el nuevo orden fue menor al de Helmut Kohl, arquitecto de la reunificación alemana y del Tratado de Maastricht.
Gorbachov. Vida y época William Taubman Barcelona: Debate, 2018, 832 págs.
1989: The Struggle to Create Post-Cold War Europe Mary Elise Sarotte Princeton: Princeton University Press, 2014, 376 págs.
Hasta que se convirtió en su enterrador, Mijaíl Gorbachov fue el ciudadano soviético ideal. Con 17 años obtuvo uno de los galardones más prestigiosos de la URSS, la Orden de la Bandera Roja del Trabajo, firmada por Stalin, por haber batido una marca de recogida de cereales con la cosechadora de su padre. Con 21 años fue nombrado miembro de pleno derecho del Partido Comunista de la Unión Soviética. Casi al mismo tiempo, comenzó a colaborar en tareas del Komsomol, la organización juvenil del partido. Todas estas credenciales le permitieron ingresar en la prestigiosa Universidad Estatal de Moscú, a pesar de sus orígenes humildes. Llegó a la capital en 1952, un año antes de la muerte de Stalin, con la convicción de que era más un intelectual que un campesino. Y en cierto modo lo era. Gorbachov fue uno de los pocos líderes soviéticos que estudió y leyó la filosofía marxista, no solo la citó de oídas. Incluso hoy, con 87 años, dice repasar las obras de Lenin en busca de respuestas.
Fue siempre un marxista heterodoxo. Según su amigo Zdeněk Mlynář, se guiaba por el principio de que “la verdad es siempre algo concreto”, y criticaba a menudo los análisis llenos de farfolla marxista sin ninguna relación con la realidad. Aunque siempre fue una especie de exiliado interno, y durante décadas discrepó con la línea oficial, se mantuvo fiel al marxismo que había estudiado, que consideraba no un dogma sino una metodología analítica. Hasta sus últimos días en el poder, consideró que la URSS podría reformarse y creyó en el socialismo democrático, o en lo que su colega Mlynář defendería en Praga en 1968 como “socialismo con rostro humano”.
“La ‘glásnost’ y las nuevas libertades sirvieron para dar poder a los enemigos de las reformas y la perestroika” En la universidad comenzó su escepticismo, aprovechando la relativa apertura de la era Jruschov. Siempre se consideró un hijo de la generación de los sesenta, que denunció los crímenes del estalinismo. No ocultaba su postura crítica frente a la propaganda sobre la colectivización, que su familia había sufrido duramente. Era crítico con las confesiones forzadas durante el Terror, y se enfrentaba a los profesores demasiado ideólogos. Sin embargo, esto no le impidió ascender en el partido. Primero en su región, Stávropol, como jefe del Komsomol y como jefe regional del partido, y luego en Moscú como el secretario del Comité Central más joven de la historia, hasta llegar a la secretaría general en 1985. Gorbachov fue precoz en todo y, sin embargo, nunca vio esto como algo excepcional, sino como una evolución lógica.