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Desde el inicio del presente siglo XXI se ha producido una mejora de los indicadores macroeconómicos y de estabilidad institucional en el continente africano, atrayendo a agentes que tradicionalmente habían sido recurrentes al invertir en la zona. Uno de esos agentes es China, que tuvo un punto de inflexión con el fin de la época maoísta (1949-1978). A partir de 1997 y sobre todo, de 2004, se observa una ampliación de las estrategias de inversión, interesándose en localizaciones en países en desarrollo. Si la búsqueda de recursos naturales parecía ser la la principal razón o motivación de la primera de las fases, en esta segunda las razones parecen ser más diversas, a juzgar por el abanico de actividades desarrolladas, que incluye las constructoras, manofactureras y de servicios. Los motivos de los inversores chinos son diversos y tienen claras ventajas para su aparato productivo
