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Santiago Lago Peñas 
La actual coyuntura presupuestaria es extraordinariamente compleja. Por una parte, el objetivo de déficit fijado por el nuevo gobierno para este año debe pasar el examen de los Presupuestos Generales del Estado para 2019, que se presentarían ante la Unión Europea en otoño y en los que se debería retomar el camino de una reducción significativa del déficit estructural. Por otra, está pendiente la aprobación del límite de gasto no financiero y del acuerdo de objetivos de déficit y deuda pública de 2019 a 2021, incluyendo el reparto por niveles de gobierno. Las proyecciones elaboradas por distintas instituciones sitúan el cierre del ejercicio fiscal 2018 en un -2,7% de déficit respecto al PIB, medio punto por encima de la senda de estabilidad. El problema de fondo tiene que ver con la dinámica del déficit estructural y con el elevado volumen de deuda pública. La posible estrategia presupuestaria para 2019 pone el acento en la elevación del peso de los ingresos y no tanto en la reducción del peso del gasto. Una vez elevado el listón del déficit, por el efecto escalón de 2018, la senda propuesta por el nuevo gobierno es prácticamente coincidente con la anterior.
