España está a cola de la Unión Europea en la lucha contra el cambio climático, a pesar de los graves efectos del mismo que ya se están registrando y, sobre todo, a pesar del extraordinario potencial de creación de empleo, de innovación tecnológica y de reducción del déficit de la balanza de pagos, que se derivarían de una mayor incorporación de las energías renovables. Hasta ahora somos demasiado dependientes de la importación de combustibles fósiles, en un contexto de creciente encarecimiento de los hidrocarburos. Uno de los lastres de la productividad y de la competitividad de España es precisamente su retraso en la implementación de políticas ambientales, lo que hace imprescindible impulsar una auténtica transición ecológica de la economía, tal como se ha propuesto el nuevo Gobierno socialista. La fiscalidad es una herramienta clave para poder llevar a cabo dicha transición.