El recurso de la tortura por parte de Washington perjudicó gravemente la seguridad nacional: incitó el extremismo en el Medio Oriente, obstaculizó la cooperación con los aliados, expuso a funcionarios de gobierno a sufrir repercusiones legales, minó la diplomacia estadounidense y ofreció a otros gobiernos una justificación para lesionar los derechos humanos. Restablecer la tortura sería un costoso error.