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Las pensiones de los varones son un 41% superiores de media a las que perciben las mujeres. Y esto es así porque la estructura productiva es desfavorable para las mujeres, que tienen un grado de empoderamiento o de generar conflicto menor que el que tienen los varones. Con todo, las pensiones sólo son una pieza dentro de un engranaje completo en el que lo que de verdad marca la calidad de vida y la seguridad económica de las mujeres en la etapa final de su vida no es la cuantía de su propia pensión, sino la ausencia de ingresos y al elevada carga de trabajo que soportan. Pedirle al mercado laboral que resuelva el problema de las bajas rentas y la sobrecarga de trabajo de las mujeres es como pedirle al olmo que dé peras. el problema va más allá del mercado, radica en el mismo modelo de proceso productivo, en el papel adjudicado a hombres y mujeres en la estructura social.
