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Ana Rosa Llorente Botrán, Cristina Núñez-Lagos Laborda
En el mundo las ciudades tienen un gran papel dentro de cualquier actuación relacionada con temas de cambio climático, máxime cuando se consigue que estas ciudades trabajan de manera conjunta.
En este sentido y tras la adopción en el año 2.008 por la Unión Europea del paquete de medidas sobre clima y energía hasta 2020, la Comisión Europea lanzó un Pacto de los Alcaldes para apoyar los esfuerzos desarrollados por las autoridades locales en la aplicación de políticas de energía sostenible. Madrid está comprometida con dicho pacto, ya que se trata de un movimiento único que ha conseguido movilizar a un gran número de autoridades locales y regionales para desarrollar planes de acción y orientar las inversiones hacia la atenuación de los efectos del cambio climático. Este movimiento se ha extendido más allá del continente europeo, movilizando a grandes ciudades de todo el mundo.
El trabajo de Madrid en este aspecto parte de la premisa que un nuevo modelo de ciudad bajo en emisiones exige una acción combinada sobre la movilidad, el urbanismo y la gestión de la energía y sus recursos. Así pues ya desde el antiguo Plan de Calidad del Aire hasta el nuevo Plan A aprobado recientemente, se le da una importancia a las medidas de movilidad dentro de la actuación global con una visión actualizada y reforzada.
En este artículo se realizará un análisis de la evolución de los dos documentos mencionados, así como unas premisas que deben considerarse en todos los trabajos de este tipo.
