Durante la primera década de los años 2000, en Irlanda se gestó una importante burbuja inmobiliaria, acompañada de una fuerte expansión crediticia. Con el pinchazo de la misma, el sector bancario irlandés comenzó a acumular importantes desequilibrios que forzaron la intervención del Gobierno irlandés para garantizar la liquidez y la solvencia de las principales entidades de crédito. Esta intervención puso de manifiesto la existencia de un círculo vicioso entre los sectores público y bancario, que desembocó en la acumulación de un déficit público superior al 32 por 100 del PIB en 2010. Las dudas acerca de la sostenibilidad fiscal y financiera del país forzaron la petición de un programa de asistencia financiera a finales de 2010, que fue concedido por el Mecanismo Europeo de Estabilización Financiera, la Facilidad Europea de Estabilización Financiera, el Fondo Monetario Internacional, Reino Unido, Suecia y Dinamarca.
Irlanda consiguió abandonar el programa de asistencia financiera a finales de 2013, tras tres años de aplicación de condicionalidad en los frentes financiero, fiscal y estructural. En la actualidad, Irlanda es el país de la Unión Europea con mayores tasas de crecimiento económico.
El propósito de este artículo es analizar en profundidad la crisis, el programa de asistencia financiera y sus efectos en Irlanda.