La energía es imprescindible para cualquier actividad económica, así como para garantizar la salud, la educación, la movilidad y al vida digna. Una Manifestación más de la extraordinaria desigualdad existente en el mundo es que el consumo de energía total per capita es sesenta veces inferior en Bangladesh que en Estados Unidos. En el paradigma económico dominante se ha hecho mucho énfasis en el consumo de energía como "factor de producción", pero no se ha prestado la misma atención a la satisfacción equitativa de las necesidades energéticas por parte de las familias y de las diferentes tipologías de empresas.