En un mundo tan complejo como en el que vivimos, donde a veces parece que la irracionalidad y la impronta presiden todas las decisiones y acciones importantes que en el mismo se adoptan, las sesiones plenarias no pueden convertirse en un foro abierto a cualquier tipo de debate, ajeno incluso a las competencias que les son propias. Es preciso arbitrar sistemas alternativos para crear, impulsar o exigir aquellas reivindicaciones que lícitas por su propio fin, se convierten en impropias por el ámbito en el que se discuten.