Este artículo documenta la oposición a la minería en Honduras, un país alborde del “auge minero”, producto de la aprobación de la nueva Ley de Mineríaen abril del 2013. El movimiento surgió en la primera década del siglo XXI enrespuesta al establecimiento de dos minas industriales, y enmarca el accesoal agua no contaminada como requisito para la vida y el sustento –un cuadrodiscursivo que se basa extensivamente en los impactos negativos de la operacióna cielo abierto de Goldcorp en el Valle de Siria, Honduras, donde se registrangraves problemas de salud–. Esto resuena fuertemente en las comunidades rurales,ya que dependen del acceso al agua para la continuación de sus modos de vida. Encontraste, la industria extractiva y el Gobierno central no tienen este nivel de éxitoal intentar convencer a las poblaciones locales de los potenciales beneficios de laminería. Debido a la falta de políticas para lograr un diálogo con el Gobierno centraldesde el golpe de Estado del 2009, el movimiento antiminero se ha enfocado en labúsqueda de oportunidades a nivel local, motivando a las comunidades a declararsus municipios libres de minería a través de cabildos abiertos. Sucesivamente,donde medidas legales fallan en lograr el consentimiento de las comunidades paraproyectos mineros, frecuentemente se empuja la “frontera extractiva” a través de lacriminalización de oponentes y la amenaza de violencia.
This article discusses opposition to mining in Honduras, a country where mining has become a national development priority with the approval of the 2013 mining law. The anti-mining movement was born in the first decade of the 21th century as a response to the establishment of two industrial mines, and frames access to uncontaminated water as a requisite for life and livelihood. This discursive frame draws strongly from the experience with mining at the San Martín mine in the Valle de Siria, where serious health problems were registered. This frame resonates strongly with the rural communities, due to their dependence on access to water as part of their livelihoods. In contrast, the mining industry and the government are much less successful in convincing local inhabitants of the potential benefits of mining. Due to the lack of political opportunities to engage in lobby activities with the central government, the movement has focused on alternatives on the local level, motivating communities to declare their municipalities free of mining through public referenda. However, where legal means to gain community’s consent for mining projects fail, the extractive frontier is frequently pushed through the criminalization of opponents and threats of violence.