Keynes constató que las económias eran incapaces de mantener el empleo de forma estable, y que los ciclos económicos daban lugar recurrente a grandes recesiones, en las que proporciones altísimas de las clases trabajadoras quedaban desempleadas. Lo que a su vez agudizaba la recesión y arruinaba a los empresarios. Tras la Segunda Guerra Mundial, las teorias de Keynes pasaron a formar parte de la gestión de las políticas económicas de todos los países desarrollados y la intervención del Estado se convirtió en la pieda angular de la política económica, desarrollandose subsidios y servicios públicos para proteger a las clases trabajadoras, al tiempo que los mercados de trabajo se beneficiaban de una legislación protectora de los derechos laborales.