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El mercado --en la sociedad capitalista-- se ha cerrado sobre sí mismo como totalidad, arrastrando en su lógica a todas las demás lógicas, sin dar cabida a ninguna otra. La totalidad culmina en divinización y la divinización se manifiesta a través de ídolos. El mercado se ha transformado en un ídolo y un ídolo es un dios terrestre. El mercado, en tanto dios terrestre, se hace acompañar de dioses celestes sumisos que lo amparan y protegen. En la operación del mercado, sin embargo, se forman mecanismos sistemáticos que excluyen a seres humanos, se crean relaciones que los humillan, sojuzgan, abandonan y desprecian (Marx). Los mecanismos y las relaciones de exclusión del mercado son evitables; siendo así, el mercado es un dios no-humano, un dios falso. La Teología de la Liberación, en nombre del Dios humano que sentencia al dios no-humano, busca la encarnación del Reino de Dios en la economía y en todos los aspectos que componen a la sociedad terrenal. Es un Reino que implica la satisfacción de las necesidades corporales y espirituales que permiten vivir al ser humano como ser humano. Hablar de vida concreta del ser humano significa hablar de la posibilidad de vivir en la única historia posible: la historia humana.
