En la práctica se conceden medidas cautelares con escasa motivación, sobre todo �pero no solamente� en el proceso penal. Ello no es culpa de los jueces, sino de una falta de herramientas para tomar debidamente la decisión, sobre todo en la evaluación inicial del riesgo, es decir, del periculum. Además, se olvida con frecuencia un elemento esencial de acierto del pronunciamiento cautelar una vez que ha sido dictado: su seguimiento posterior, tema al que se debería prestar una atención prioritaria en el futuro.