El análisis de la morfología y la semántica que envuelven al término tecnología ilustra el paso de la consideración de mera finalidad productiva, asociada en su origen a la palabra técnica, a la asignación del estatus de ciencia que lingüísticamente le aporta la adicción del sufijo que lo acompaña. La atribución de este carácter de ciencia junto con la consideración extendida de esta como deidad omnipotente capaz de solucionar todos los problemas a través de sus aplicaciones con fines prácticos, abren el debate acerca del uso del lenguaje para magnificar el contenido originario de ciertos términos de interés.