Los últimos acontecimientos de un siglo que se agota, son crueles anticipos de una realidad que inevitablemente deberá enfrentar el hombre en el siglo XXI: La crisis definitiva y total de los valores en los que se funda la sociedad moderna, El "Hippisno" y otras formas de subcultura más o menos radicales, el "marxistismo" panfletario, el socialismo "a la Europea", 1-0s partidos ecológicos antinucleares, los movimientos feministas y de reivindicación laboral, y en general todas aquellas manifestaciones entusiastas, propias de las posguerras que pretendieron resquebrajar las estructuras asfixiantes de un mundo construido por los hombres para el mantenimiento y perpetuación de esas mismas estructuras, fracasaron rotundamente en su objetivo primordial y fueron incorporándose sutilmente a los viejos sistemas o a los nuevos órdenes creados, más policivos y contradictorios que aquellos, reflejando una apariencia de evolución y de adaptabilidad al cambio que oculta en el primer caso, una ultrajante simbiosis, y en el segundo, la justificación moderna de un aterrador "leviatán", virtualmente eterno. (…)