La crisis de los refugiados ha mostrado la cara de una Unión Europea que no se reconoce. Europa ha seguido una deriva que implica un fraude a la identidad europea. Significa, además, un incumplimiento del Derecho Internacional humanitario y de los tratados en vigor: la Convención de Ginebra de Protección de Refugiados (de 1951) y la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (artículo 18), que vinculan a la propia Unión y a todos sus miembros, muchos de los cuales consagran el derecho de asilo en sus propias constituciones, como es el caso de Alemania (artículo 16) o de España (artículo 13). Europa está obligada a dar una respuesta coordinada a este drama, impidiendo que se pueda naufragar en las playas de Bodrum.