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Alvaro Gómez Hurtado
Un solo ejemplo, pero el más notable de todos, servirá para darnos idea de cuán difícil e ingrato es tratar de contener o moderar la marcha del carro de la revolución cuando se va en él. Es el ejemplo de Simón Bolívar. El Libertador, héroe de la guerra emancipadora, fundador de repúblicas, caudillo infatigable al servicio de las nuevas ideas, encuentra .en su camino de estadista unas realidades que ni su entusiasmo innovador le permite desconocer. A su estudio se entrega libre de prejuicios y pletórico de optimismo. Su mente clara y realista lo lleva, antes que ninguno de sus contemporáneos, a tener una conciencia precisa del sentido de la revolución que él mismo ha hecho triunfar. Y conseguido el éxito militar y político de la Independencia, los vapores de la gloria no le impiden ver que la obra cumplida por él empieza a trabajar contra sí misma. Y entonces el Libertador se hace contrarrevolucionario, el primer contrarrevolucionario consciente de nuestra historia. Su figura histórica es para muchos paradójica y para otros francamente contradictoria. iEl Libertador transformado en Tirano! Observada desde el punto de vista liberal, esa fue la trayectoria de Bolívar. El caudillo de la independencia, que acumuló más servicios que ninguno en favor de la libertad, terminó su vida odiado y casi despreciado por sus conciudadanos, que lo señalaron como ambicioso, déspota y monárquico. Para sus enemigos, Bolívar fue un tránsfuga, un traidor a los principios de la independencia. (…)
