La respuesta de Europa a la crisis, basada en políticas de austeridad económica y reducción drástica de los déficits públicos, ha sido errónea, habiendo provocado que en la Unión Europea crezcan las desigualdades y se desarrolle un gran déficit en cohesión social. Para enfrentar estos retos, se necesita una transformación de la arquitectura institucional de la Unión Económica y Monetaria que debe dotarse de tres elementos clave capaces de garantizar la continuidad de la moneda única: la mutualización de la deuda pública de los Estados de la Unión Económica y Monetaria, la constitución de un auténtico presupuesto y un Tesoro del área euro así como una paulatina armonización fiscal y de algunas políticas sociales.