Sólo en las películas de terror se ven escenas tan sádicas como las que vimos el 13 de julio pasado en Bruselas, cuando el primer ministro griego Alexis Tsipras -herido, derrotado, humillado- tuvo que acatar en público, cabizbajo, el diktado de la canciller de Alemania, Ángela Merkel, renunciando así a su programa de liberación por el cual fue elegido, y el cual precisamente acababa de ser ratificado por su pueblo mediante referéndum.