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Luis Alcaide
El reflejo de la gran recesión es la desigualdad. Derivada tanto de los excesos especulativos que originaron la crisis como de los remedios de austeridad para atajarla, ¿cuáles son sus consecuencias económicas? Este salón de los espejos no es el de Versalles ni la gran brecha esa herida geológica que desde el valle del Jordán llega hasta los Grandes Lagos africanos. Espejos que reflejan la historia económica contemporánea, espejos que proyectan aquellas tremendas imágenes que tuvieron lugar en los años treinta del siglo XX. Los reflejos de la Gran Depresión ofrecen con sus imágenes las enseñanzas necesarias y precisas con las que las autoridades financieras y económicas del siglo XXI han podido reconvertir la depresión en recesión, incluso aunque todavía no se haya restablecido una situación de normalidad en la que todos los factores de producción, especialmente el trabajo, hayan recuperado su lugar en el proceso de creación y distribución de la riqueza.
El mundo capitalista ha pasado por ciclos de prosperidad y decadencia. En el momento de mayor auge llegó la depresión de los años treinta, que nadie vio cómo se acercaba estruendosamente ni tampoco calibró sus consecuencias: la aparición del fascismo y la consolidación del comunismo estalinista.
Dónde y cómo germinaron las semillas de la depresión o por qué no se adoptaron las medidas para contrarrestarlas, encontrarán respuestas sencillas y oportunas en el libro de Barry Eichengreen, profesor de Economía e Historia de la Universidad de Berkeley. Uno de los principales analistas de la depresión que compara con la recesión de la primera década del siglo XXI. El Salón de los Espejos es un libro plagado de anécdotas, incluidos los retratos de los financieros que por dos veces pusieron de rodillas el sistema financiero de Estados Unidos.
